Primero fue el título de un libro fotoperiodístico y una exposición, luego un sistema artesanal de apadrinamiento de personas adultas mayores, y ahora, una ONGD.
El día que Emilio Espín llamó por teléfono a su hijo Marc desde El Salvador, poco o nada podían imaginar ninguno de los dos que estaban a punto de plantar la semilla sobre la que se gestaría un proyecto que crecería lo suficiente como para dar lugar a otro aún mayor. Tan“mayor” como las personas adultas mayores de El Salvador y Centroamérica, ese es el origen, la esencia y el motivo de lucha de Descartados, una iniciativa sin ánimo de lucro que empezó como un grito de auxilio para hacer visible una dura realidad y se ha convertido, cuatro años después, en una ONGD. Echó a andar el pasado marzo, pero ya tiene una larga historia que contar.
Corría el año 2016 y sonó el teléfono. Espín padre hacía ya 35 años que vivía en El Salvador dedicado a la lucha por la justicia social. Los últimos 15, se había centrado en la lucha por los derechos de las personas mayores, un colectivo abandonado y olvidado en el país. Había conseguido ya tejer redes de diversas asociaciones de ayuda a los adultos mayores, y ya era coordinador de la coalición nacional por la dignidad de las personas mayores, la entidad más representativa de este colectivo en El Salvador.
Tres de cada cuatro personas mayores en El Salvador no tienen pensión y se ven obligadas a vivir de la caridad o de su familia. Además, el 50% de los salvadoreños en el ámbito rural están por debajo del lindar de la pobreza, de manera que muchos hijos no pueden hacerse cargo de sus ancianos. Pero los datos, son fríos y no calan.
Una llamada
“Mi padre decía que con informes no conseguiría mover conciencias, pero que un libro de fotografías, en cambio, ayudaría a llegar a la mente y al corazón. Me preguntó si conocía a alguien que pudiera hacer este trabajo y si podía guiarlo”, recuerda Marc, periodista y profesor de la UAB. Él estaba acabando un máster y se ofreció para hacer el trabajo. Había vivido más de una década en Centroamérica, y decidió volver, pero esta vez al Bajo Lempa y con una misión: llevar a cabo una investigación sobre la situación de los grandes descartados de la sociedad en El Salvador, las personas mayores.
La pionera y autogestionada Asociación Rural de la Tercera Edad (ARTE) de San Carlos Lempa, que brinda formación, prevención en salud, actividades culturales y trabaja el empoderamiento en el área rural del Bajo Lempa, seleccionó a casi un centenar de personas mayores de 15 comunidades rurales de Tecoluca en situación de abandono con las que Marc convivió y trabajó durante un año.
Así nació Descartados, un proyecto fotoperiodístico sin ánimo de lucro que se materializó en el 2017 con la publicación de un libro y una exposición itinerante a partir de 15 retratos, los que mejor representaban la diversidad de expresiones de la pobreza y la exclusión social en ingresos, salud, hábitat, educación y desigualdad de género.
El éxito del proyecto superó con creces las expectativas y avivó nuevos retos. “Hicimos este proyecto pensando en el periodismo de transformación social, pero me parecía que no era suficiente. Queríamos incidir directamente en la realidad”, explica Marc. Y así fue como Marc traspasó las fronteras del periodismo para liderar como ideólogo un proyecto de cooperación pionero para apadrinar a personas mayores.
Tirando de familiares y amigos, se montaron grupos de 12 personas que aportaran cada uno 100 euros para apadrinar a un abuelo en El Salvador.
En cuestión de pocos meses, Marc, sus amigos y familiares, y amigos de estos, consiguieron montar 12 apadrinamientos. La aportación por persona era mínima (menos de 10 euros al mes), pero los 1.200-1.300 euros anuales que desde entonces recoge cada grupo ha sido y es una gran ayuda para los ancianos salvadoreños. Tanto, que todos se quedaron con ganas de más. ¿Si habían conseguido mejorar las condiciones de vida de 12 ancianos, cómo ayudar a más?”.
Por sus derechos
En los últimos dos años, las lamentables condiciones de vida de las personas adultas mayores se han agravado con la pandemia y la consecuente crisis económica. Por otra parte, la lucha de las organizaciones salvadoreñas, con Espín padre a la cabeza, han contribuido a conquistar un nuevo marco jurídico que por fin reconoce los derechos de este colectivo de adultos mayores en El Salvador, aunque su cumplimiento efectivo no está garantizado. Dos motivos de peso para darle otro empujón a aquel proyecto fotoperiodístico inicial sin ánimo de lucro que derivó en un sistema artesanal de apadrinamiento pionero para personas mayores.
La maquinaria se puso en marcha con el respaldo y el impulso de la Fundación CORDES, la Asociación Rural para la Tercera Edad (ARTE) y la Coalición Nacional para la Dignidad de las Personas Mayores en El Salvador. Y el engranaje echó a rodar imparable movido por un equipo de voluntarias/os de distintas áreas profesionales y de distintos países (España, Suiza, El Salvador, Colombia…).“Hemos fundado la Asociación Descartados por la Dignidad de las personas Mayores para contribuir a mejorar las condiciones de vida y la dignidad integral de las personas adultas mayores en Centroamérica”, explica la nueva ONGD en su presentación en Facebook.
Descartados se abrió paso desde el silencio como una llamada de auxilio, traspasó las fronteras y ha vuelto convertido en un grito de guerra para reivindicar aquello que pertenece al colectivo de las personas adultas mayores: sus derechos.
Este texto ha sido publicado en la revista Nahuat, por la periodista Inma Santos.