Carlota Boromeo Mejía Acevedo (82 años), una de las protagonistas del proyecto fotoperiodístico Descartados, ha compuesto una ranchera inspirada en el libro de Marc Espín en la que denuncia el abandono que sufren las personas mayores en El Salvador rural. Esta vecina de El Coyol, una pobre comunidad rural salvadoreña de la región del Bajo Lempa, ha creado la letra de esta canción basándose en el centenar de experiencias que recoge Descartados mientras que la melodía que utiliza como base está tomada de las populares rancheras o corridos mexicanos.
Carlota Boromeo canta la ranchera-denuncia que ha compuesto inspirándose en Descartados.
Pongan atención señores,
pongan atención señores,
lo que les vengo a cantar
porque aquí en nuestro país
porque aquí en nuestro país
no tenemos sociedad.
Trabajen con mucho amor,
Trabajen con mucho amor,
aquí en nuestra asociación.
¿Saben por qué se lo digo?
¿Saben por qué se lo digo?
Porque aquí no hay distinción.
Los dueños del gabinete,
los dueños del gabinete,
gozan de buenos salarios.
No han pensado que estos viejos,
no han pensado que estos viejos,
trabajamos pa’l Estado.
Los hombres adinerados,
los hombres adinerados,
se sientan en el dinero.
Nosotros, los pobrecitos,
nosotros, los pobrecitos,
nos sentamos en el suelo.
El libro del Descartado,
el libro del Descartado,
nos dejó una gran lección:
los ancianos mueren de hambre,
los ancianos mueren de hambre,
nadie les pone atención.
Trabajen con mucho amor,
trabajen con esperanza,
aquí en nuestra asociación.
Ojalá que en algún día,
ojalá que en algún día,
pueda haber la solución.
Ya con ésta me despido,
ya con ésta me despido,
ya les canté esta canción.
Le pido a Dios y a María,
le pido a Dios y a María,
los colme de bendición.
La historia de Carlota es “muy grande”, como ella misma advierte. Su mamá murió cuando tenía nueve años y su padre se unió a otra mujer con sus propios hijos. Era la única niña entre nueve varones, sumados hermanos y hermanastros. Una noche, la madrastra la llevó a dormir al cuarto de sus hijos y uno de ellos la violó. El padre creyó la versión de la mujer, que explicó que la niña se había ofrecido al muchacho. Como castigo, enviaron a Carlota a trabajar a una finca, donde lloró mucho.
A los trece años parió al primero de sus siete hijos. Los crió sin ayuda porque el padre nunca les dio “ni cinco”. Sin embargo, la guerra civil le arrebató a seis hijos. Cuatro de ellos murieron de hambre cuando eran niños y los soldados quemaron los cuerpos delante de ella. Saturnino, el único superviviente, fue un apoyo esencial para Carlota, pero hace ya un tiempo que no puede trabajar porque tiene cáncer, así que el único ingreso de la familia son los US$50 mensuales de la pensión de Carlota y lo que consigue de vender tamales en la calle.